7 de octubre de 2012

Modernidad

Y empezó a escribir: «La tragedia moderna es el intento vano de la adaptación del hombre al estado de cosas que él creo».

(...)

«La imaginación es la base del hombre —de nuevo Juana— hasta el punto de que todo lo que él ha construido encuentra su justificación en la belleza de la creación y en su utilidad, no en ser el resultado de un plan de fines adecuados a las necesidades. Por eso vemos multiplicarse los remedios destinados a unir el hombre a las ideas e instituciones existentes —la educación, por ejemplo, tan difícil— y lo vemos continuar siempre fuera del mundo que construyó. (...) Porque todo sigue el camino de la inspiración. El determinismo no es un determinismo de fines, sino un estrecho determinismo de causas. (...) En realidad, el pragmatismo —el plan orientado hacia un determinado fin real— sería la comprensión, la estabilidad, la felicidad, la mayor victoria de adaptación que el hombre podría conseguir. Mientras tanto hacer las cosas "para qué" me parece, ante la realidad, una perfección imposible de exigir del hombre. El inicio de toda su construcción es el "por qué". La curiosidad, el devaneo, la imaginación – he aquí lo que formó el mundo moderno. Siguiendo su inspiración, mezcló ingredientes y creó combinaciones. Su tragedia: tener que alimentarse de ellas. Confía en que puede imaginar una vida y encontrarse en otra, aparte».

—Lispector, C. (1944). Cerca del corazón salvaje (Trad. B. Losada). Madrid: Siruela.

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