21 de septiembre de 2012

Construcciones

—¿Cuál es el color que menos te gusta? —me preguntó.

Caminábamos de regreso a la oficina. Sólo era un poco más de la una de la tarde y ya me habían pasado tantas cosas que podría escribir un libro.

—No sé...

Nos habían presentado unas cuatro horas antes. "¿Natalia? Como mi psicóloga...". Y sí que era una coincidencia porque él se llamaba como mi exnovio. O bueno, la única coincidencia es que mi exnovio y yo tenemos nombres muy comunes. Empezamos a trabajar, había muchas cosas por hacer. Cerca del medio día descubrí que necesitaríamos más tiempo para terminar. Cuando le comenté, me respondió que no había problema y que incluso podríamos ir a almorzar juntos. Acepté.

—¿Cómo no sabes? Uno siempre tiene un color que le gusta mucho y otro que no le gusta nada.

Cuando uno trabaja en medio de la nada, todo queda lejos. Caminamos muchísimo, me sorprendió con un sitio muy casual, pero donde la especialidad era mi comida favorita. Y ahí supe todo de su vida.

—No sé. Depende.

Sí que me llevaba toda una vida de ventaja. Supe de dónde venía, para dónde iba y cómo había llegado a donde estaba. Supe los qué, los cuándo, los porqué. Y también los quiénes. Uno no es consciente de que cuando conoce a alguien está en realidad conociendo los restos que dejaron los demás, los que estuvieron antes que nosotros. Pero es peor cuando además de los restos, te encuentras con los intentos no exitosos de reconstrucciones.

—Pero debe existir uno que no te guste más que los otros.

Cuando íbamos de vuelta a la oficina, indagó mucho sobre mi vida. Y no recibió respuestas contundentes, por supuesto. No puedo evitar sentirme vulnerable cuando alguien conoce demasiado de mí. Pero sí debo confesar que mencioné algunas cosas que me eran verdaderamente trascendentales en ese momento.

—Si tuviera que escoger, sería el amarillo.

Entonces, me asusté. Utilizó una expresión que sólo una vez en la vida sentí la necesidad de decírsela a alguien (y, a decir verdad, tardé bastante en comprender la magnitud de la misma). "Siento que nos conocemos desde hace mucho tiempo".

—¿Y por qué no te gusta?

¿Qué hace uno con tanta confianza? ¿Cómo puede alguien depositar todos sus miedos en tus manos, con la tranquilidad de que no los usarás en su contra? ¿Por qué alguien cree que eres la única persona que no entró a su vida para seguir demoliéndola?

—No sé, nunca me lo había preguntado.

No importa cuánto tiempo estará una persona en nuestras vidas: unos permanecen, otros desaparecen; pero todos vienen a deshacernos. Con un gesto, una palabra, una expresión o una serie de experiencias conjuntas. Nunca con la intención de acabarnos, por supuesto, porque se trata de una destrucción recíproca y simultánea: acabarnos para reconstruirnos.

—Debe existir una justificación razonable. Piénsalo.

Un argumento que desconozco pero que aún me cuestiono. Hay acciones simples, como una pregunta sobre los colores que menos te gustan, que pueden cambiar completamente tu comprensión del mundo. Nos vimos un par de veces después, pero nunca supe con certeza qué tanto intervine en su vida. Quiero creer que lo necesario. Sobra decir que, pese a que jamás se lo manifesté, marcó una diferencia en la mía.

Desde entonces, recuerdo esa parte de mi historia cada vez que veo algo de color amarillo. Y para mi fortuna, veo el sol a diario.

No hay comentarios: