Ese día comprendí que algunos sueños, por más factibles que sean, es mejor no realizarlos. Simplemente, porque el inmenso placer que producen está en medio de innumerables experiencias dolorosas que, soportadas durante mucho tiempo, no permitirán el goce absoluto de esa felicidad que se veía tan tangible.
28 de octubre de 2012
7 de octubre de 2012
Modernidad
Y empezó a escribir: «La tragedia moderna es el intento vano de la adaptación del hombre al estado de cosas que él creo».
(...)
«La imaginación es la base del hombre —de nuevo Juana— hasta el punto de que todo lo que él ha construido encuentra su justificación en la belleza de la creación y en su utilidad, no en ser el resultado de un plan de fines adecuados a las necesidades. Por eso vemos multiplicarse los remedios destinados a unir el hombre a las ideas e instituciones existentes —la educación, por ejemplo, tan difícil— y lo vemos continuar siempre fuera del mundo que construyó. (...) Porque todo sigue el camino de la inspiración. El determinismo no es un determinismo de fines, sino un estrecho determinismo de causas. (...) En realidad, el pragmatismo —el plan orientado hacia un determinado fin real— sería la comprensión, la estabilidad, la felicidad, la mayor victoria de adaptación que el hombre podría conseguir. Mientras tanto hacer las cosas "para qué" me parece, ante la realidad, una perfección imposible de exigir del hombre. El inicio de toda su construcción es el "por qué". La curiosidad, el devaneo, la imaginación – he aquí lo que formó el mundo moderno. Siguiendo su inspiración, mezcló ingredientes y creó combinaciones. Su tragedia: tener que alimentarse de ellas. Confía en que puede imaginar una vida y encontrarse en otra, aparte».
—Lispector, C. (1944). Cerca del corazón salvaje (Trad. B. Losada). Madrid: Siruela.
21 de septiembre de 2012
Construcciones
→ Una mentira acerca de
él,
la confianza,
la vida,
narración
—¿Cuál es el color que menos te gusta? —me preguntó.
Caminábamos de regreso a la oficina. Sólo era un poco más de la una de la tarde y ya me habían pasado tantas cosas que podría escribir un libro.
—No sé...
Nos habían presentado unas cuatro horas antes. "¿Natalia? Como mi psicóloga...". Y sí que era una coincidencia porque él se llamaba como mi exnovio. O bueno, la única coincidencia es que mi exnovio y yo tenemos nombres muy comunes. Empezamos a trabajar, había muchas cosas por hacer. Cerca del medio día descubrí que necesitaríamos más tiempo para terminar. Cuando le comenté, me respondió que no había problema y que incluso podríamos ir a almorzar juntos. Acepté.
—¿Cómo no sabes? Uno siempre tiene un color que le gusta mucho y otro que no le gusta nada.
Cuando uno trabaja en medio de la nada, todo queda lejos. Caminamos muchísimo, me sorprendió con un sitio muy casual, pero donde la especialidad era mi comida favorita. Y ahí supe todo de su vida.
—No sé. Depende.
Sí que me llevaba toda una vida de ventaja. Supe de dónde venía, para dónde iba y cómo había llegado a donde estaba. Supe los qué, los cuándo, los porqué. Y también los quiénes. Uno no es consciente de que cuando conoce a alguien está en realidad conociendo los restos que dejaron los demás, los que estuvieron antes que nosotros. Pero es peor cuando además de los restos, te encuentras con los intentos no exitosos de reconstrucciones.
—Pero debe existir uno que no te guste más que los otros.
Cuando íbamos de vuelta a la oficina, indagó mucho sobre mi vida. Y no recibió respuestas contundentes, por supuesto. No puedo evitar sentirme vulnerable cuando alguien conoce demasiado de mí. Pero sí debo confesar que mencioné algunas cosas que me eran verdaderamente trascendentales en ese momento.
—Si tuviera que escoger, sería el amarillo.
Entonces, me asusté. Utilizó una expresión que sólo una vez en la vida sentí la necesidad de decírsela a alguien (y, a decir verdad, tardé bastante en comprender la magnitud de la misma). "Siento que nos conocemos desde hace mucho tiempo".
—¿Y por qué no te gusta?
¿Qué hace uno con tanta confianza? ¿Cómo puede alguien depositar todos sus miedos en tus manos, con la tranquilidad de que no los usarás en su contra? ¿Por qué alguien cree que eres la única persona que no entró a su vida para seguir demoliéndola?
—No sé, nunca me lo había preguntado.
No importa cuánto tiempo estará una persona en nuestras vidas: unos permanecen, otros desaparecen; pero todos vienen a deshacernos. Con un gesto, una palabra, una expresión o una serie de experiencias conjuntas. Nunca con la intención de acabarnos, por supuesto, porque se trata de una destrucción recíproca y simultánea: acabarnos para reconstruirnos.
—Debe existir una justificación razonable. Piénsalo.
Un argumento que desconozco pero que aún me cuestiono. Hay acciones simples, como una pregunta sobre los colores que menos te gustan, que pueden cambiar completamente tu comprensión del mundo. Nos vimos un par de veces después, pero nunca supe con certeza qué tanto intervine en su vida. Quiero creer que lo necesario. Sobra decir que, pese a que jamás se lo manifesté, marcó una diferencia en la mía.
Desde entonces, recuerdo esa parte de mi historia cada vez que veo algo de color amarillo. Y para mi fortuna, veo el sol a diario.
14 de agosto de 2012
Irrealidades
→ Una mentira acerca de
él,
el desamor,
poesía
Estoy bajo distintos cielos
(púrpuras, agridulces, cremosos)
y exploro nuevas tierras.
Encuentro latitudes inciertas
e invado aquellas naciones
donde hasta la más mínima
anomalía imprevista
la he elaborado con cuidado,
al punto que convierto todo
en perfectísimas perfecciones.
Permanezco en parajes
donde no tendré necesidad
ni siquiera de medio insomnio
para sazonar la ansiedad,
y donde de forma anticipada
sé cuándo y cómo
experimentaré lo último.
Y de repente abro los ojos:
mi vida no ha cambiado.
Sigue amaneciendo por el este
y los insoportables segundos
son cada vez más eternos.
'Nosotros' no sabe a lo mismo
y ese enamorarte de mí
aún es una deuda no saldada.
Pero esta madrugada descubrí
que es mejor estar despierto,
atento a otras perspectivas;
no debemos ignorar irrealidades
que sí caben en esta existencia.
Siempre podríamos tropezar
con nuevos horizontes; digamos,
algunos horizontes verticales.
(púrpuras, agridulces, cremosos)
y exploro nuevas tierras.
Encuentro latitudes inciertas
e invado aquellas naciones
donde hasta la más mínima
anomalía imprevista
la he elaborado con cuidado,
al punto que convierto todo
en perfectísimas perfecciones.
Permanezco en parajes
donde no tendré necesidad
ni siquiera de medio insomnio
para sazonar la ansiedad,
y donde de forma anticipada
sé cuándo y cómo
experimentaré lo último.
Y de repente abro los ojos:
mi vida no ha cambiado.
Sigue amaneciendo por el este
y los insoportables segundos
son cada vez más eternos.
'Nosotros' no sabe a lo mismo
y ese enamorarte de mí
aún es una deuda no saldada.
Pero esta madrugada descubrí
que es mejor estar despierto,
atento a otras perspectivas;
no debemos ignorar irrealidades
que sí caben en esta existencia.
Siempre podríamos tropezar
con nuevos horizontes; digamos,
algunos horizontes verticales.
28 de julio de 2012
Similitudes
→ Una mentira acerca de
caricatura,
estudiar,
Jorge Cham,
los profesionales,
Panamá
—Cham, J. (2010). How grad school is just like kindergarten. Extraído desde http://www.phdcomics.com/comics/archive.php?comicid=1286 el 28 de julio de 2012.
21 de julio de 2012
Religiones
→ Una mentira acerca de
José Saramago,
la fe,
la muerte,
novela,
Portugal
Qué hará la iglesia si nunca más muere nadie, Nunca más es demasiado tiempo, incluso tratándose de la muerte, señor primer ministro, Creo que no me ha respondido, eminencia, Le devuelvo la pregunta, qué haría el estado si no muere nadie nunca más, El estado tratará de sobrevivir, aunque dudo mucho que lo consiga, pero la iglesia, La iglesia, señor primer ministro, está de tal manera habituada a las respuestas eternas que no puedo imaginarla dando otras, Aunque la realidad las contradiga, Desde el principio no hemos hecho otra cosa que contradecir la realidad, y aquí estamos, Qué dirá el papa, Si yo lo fuera, que dios me perdone la estulta vanidad de pensarme como tal, mandaría poner en circulación una nueva tesis, la de la muerte pospuesta, Sin más explicaciones, A la iglesia nunca se le ha pedido que explicara esto o aquello, nuestra especialidad, además de la balística, ha sido neutralizar por la fe el espíritu curioso.
—Saramago, J. (2006). Las intermitencias de la muerte (Trad. Pilar del Río). Bogotá: Punto de Lectura.
7 de julio de 2012
Concierto
CONCIERTO EN ODIO MAYOR SOSTENIDO
Ese día te maldije como nunca antes lo había hecho, y no sólo deseaba
que te pudrieras en ese puto hoyo del que tanto te he hablado, sino que
yo misma estaría dispuesta, con uñas y dientes, a cavarlo para ti.
28 de junio de 2012
Posibilidades
→ Una mentira acerca de
elegir,
las posibilidades,
poesía,
Polonia,
Wisława Szymborska
Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que el ser tiene su razón.
—Szymborska, W. (2002) Posibilidades. Poesía no completa (Trad. G. Beltrán y A. Murcia). Buenos Aires: FCE.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que el ser tiene su razón.
21 de junio de 2012
Felicidad
→ Una mentira acerca de
Estados Unidos,
Gabriele Muccino,
la felicidad,
la vida,
película
«It was right then that I started thinking about Thomas Jefferson on the Declaration of Independence and the part about our right to life, liberty, and the pursuit of happiness. And I remember thinking how did he know to put the pursuit part in there? That maybe happiness is something that we can only pursue and maybe we can actually never have it. No matter what. How did he know that?»
THE PURSUIT OF HAPPYNESS
Gabriele Muccino
Columbia Pictures / Relativity Media
2006
7 de junio de 2012
Odios
¡Ah, pimentones rellenos! Cómo los odiaba. Y el día anterior, había tenido que comer costillas de cerdo en salsa de pimentón. Nunca le habían gustado los pimentones. De pequeña, su abuela la obligaba a comérselos. También sucedía así con las berenjenas, las remolachas, los rábanos y cualquier verdura. Sin embargo, siempre se comía todo aunque no le gustara.
Había sido criada en medio de una familia tradicionalista, de valores conservadores, donde todas las cosas debían hacerse de modos precisos. Y aunque su proyecto de vida —trazado cuidadosamente por su abuela desde que tenía apenas cinco años— no tenía pasos específicos, sí tenía un procedimiento, simple pero efectivo, una regla inquebrantable: reprimir y sonreír.
Pero las verduras no eran lo único que detestaba. Estaba completamente insatisfecha con su vida aparentemente perfecta. No le gustaba vestirse tan elegante, ni le gustaba maquillarse. No disfrutaba madrugar de lunes a sábado y detestaba hacer deporte los domingos. Ni hablar de su irritante profesión, tampoco de su desesperante trabajo. No le interesaba en lo más mínimo compartir tiempo con sus padres y menos con su orgullosa abuela. Se odiaba toda.
Y odiaba tener que interactuar con sus compañeros de trabajo.
—¿Puedo?
Tampoco soportaba la gente que se sentaba en su mesa, sin su permiso explícito.
—Marcela, ¿verdad? De contabilidad. ¿Cómo estás? Soy Karen, de diseño. Una vez pasaste por mi oficina, ¿recuerdas?
—No —respondió Marcela con la tranquilidad de quien sabe mentir y con la experticia de quien toda su vida misma es una gran mentira—. No recuerdo, es una empresa grande.
Karen era una mujer de unos veintisiete años, de figura estilizada, que parecía muy alta gracias a los tacones de nueve centímetros que siempre usaba. Y por supuesto, era el tipo de personaje que a Marcela no le gustaba. Quizás, de todos sus compañeros de trabajo, Karen era con la que menos le hubiera gustado almorzar. Durante todo el almuerzo, Karen sólo hablaba y hablaba mientras Marcela reprimía-sonreía y aparentaba disfrutar de sus pimentones rellenos y de su compañía. Una vez terminaron, volvieron a trabajar.
Pocas horas más tarde, Karen apareció en la oficina de Marcela.
—Hola.
—¿Sí?
—Nada, es que pasaba por aquí y me preguntaba... si te gustaría pasar esta noche por mi apartamento. Como es viernes, decidí hacer una reunión en mi casa con algunos compañeros, no muchos, como para compartir en otro espacio que no sea esta oficina. Sería un buen momento para socializar, ¿sabes? Además, disfruté mucho esta tarde contigo durante el almuerzo y, pues, se me ocurrió que podrías acompañarnos. ¿Qué te parece?
Marcela dudó sólo por una fracción de segundo. Después de todo, no se llega lejos si no es tragándose todo lo que se piensa y haciendo todo aunque no nos guste. Como comerse los pimentones rellenos.
—Sí, podría ser.
Esa noche, incómoda como nunca pero mostrándose segura como siempre, Marcela asistió a la reunión. En realidad, no eran más de diez personas incluyéndolas a ellas dos.
Quizás hablaron de cosas importantes. O quizás hablaron de cosas irrelevantes, quién sabe. Pero para poder soportar la aburrida tertulia de sus compañeros, Marcela debió tomar un par de tragos. En algún momento, Karen se acercó a su oído y le dijo:
—Acompáñame.
La tomó de la mano, subieron las escaleras y entraron al cuarto de la anfitriona. Karen cerró la puerta con candado mientras invitaba a Marcela a ponerse cómoda.
Estando bastante sobria a pesar de los tragos, Marcela no podía comprender qué sucedía. No porque realmente no entendiera qué estaba pasando, sino porque jamás imaginó estar en esa situación. Y es que Karen, su detestable compañera de oficina —y qué mala suerte que precisamente la que más odiaba de todos—, se le estaba insinuando. No podía ser más irreal, ni podía ser más insoportable. Pero con cada prenda que veía caer al suelo, Marcela se comprobaba a sí misma más despierta, más consciente. Cuando la vio desnuda y prácticamente encima de ella, ya no cabía ninguna duda: Karen intentaba seducirla.
"¿Y por qué no?", pensó Marcela resignada, "después de todo, siempre termino comiéndome lo que no me gusta".
Sonrió.
Nunca su abuela podría haber estado más orgullosa.
28 de mayo de 2012
Creatividad
→ Una mentira acerca de
Bill Watterson,
caricatura,
crear,
escribir,
Estados Unidos
—Watterson, B. (1992). Calvin and Hobbes. Estados Unidos: Universal Uclick. Extraídas desde http://www.gocomics.com/calvinandhobbes/2012/05/24 y http://www.gocomics.com/calvinandhobbes/2012/05/25 el 25 de mayo de 2012.
21 de mayo de 2012
Colisión
→ Una mentira acerca de
él,
el amor,
las coincidencias,
las posibilidades,
narración
Nuestros caminos no fueron dos vías que se encontraron para permanecer unidas hacia un destino común; en realidad, nuestros caminos colapsaron, impidiéndonos avanzar juntos y, al mismo tiempo, haciéndonos imposible continuar por nuestra cuenta.
7 de mayo de 2012
Memoria
→ Una mentira acerca de
Argentina,
el mundo,
el pasado,
Ernesto Sabato,
la memoria,
novela
... ni el diablo sabe qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase «todo tiempo pasado fue mejor» no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmenteㅡ la gente las echa al olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que «todo tiempo pasado fue peor», si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza. [...]
Que el mundo es horrible, es una verdad que no necesita demostración.
—Sabato, E. (1948). El túnel. Barcelona: Seix Barral.
28 de abril de 2012
Caminos
→ Una mentira acerca de
caricatura,
el éxito,
Estados Unidos,
Grant Snider,
la vida
—Snider, G. (2012). Paths to sucess. Extraído desde http://www.incidentalcomics.com/2012/04/paths-to-success.html el 28 de abril de 2012.
21 de abril de 2012
Suerte
→ Una mentira acerca de
Estados Unidos,
la suerte,
la vida,
película,
Reino Unido,
Woody Allen
MATCH POINT
Woody Allen
DreamWorks Pictures / BBC Films
2005
2005
14 de abril de 2012
Distancias
Sucede que mis relaciones más intensas nunca han sido con mis novios. Y no quiero hablar de lo que pasa con ellos, sino de los otros.
Por ejemplo, Javier.
Nos conocimos porque la vida quería enseñarme que hay hombres que verdaderamente valen la pena; hombres que no serían míos, según ella. Yo le agradezco porque hoy Javier es más mío que de cualquiera de sus exnovias o de su futura mujer.
Sobre nuestras concepciones de la vida debo decir que muy pocas veces coincidimos. Creo que nunca llegamos a un punto de acuerdo en nuestras perspectivas sociopolíticas. Y de las religiosas y sentimentales, ni hablar. Sin embargo, las diferencias ideológicas constituían la única distancia real que soportábamos.
Cualquiera podría asegurar que nuestra relación era circunstancial y superficial. Y esa era nuestra estrategia. No queríamos que los delirios paranoides de su noviecita perfecta se materializaran en mí; él porque la amaba a ella y yo porque lo amaba a él.
Nos creímos tanto nuestro juego que cada llamada y cada encuentro tenían un motivo más absurdo que el anterior, aunque ambos lo supiéramos. Y ahí estábamos engañándonos, tratando de ocultar que nos hacíamos falta, que nos necesitábamos. Entonces, todo lo que sentíamos empezó a desbordarnos, hasta que descubrimos que nuestro lenguaje corporal decía más que nuestras palabras. Nosotros podíamos decirnos todo, sin decirnos nada.
Habíamos creado un contrato implícito donde ninguno pronunciaba una sola palabra en relación con la vida privada del otro. No era necesario; nos sabíamos, nos leíamos en la voz y los ojos del otro. No necesitábamos explicaciones en una relación que parecía construida de muchas vidas atrás. Si él nunca quiso pronunciar una palabra, yo nunca necesité oírla.
Y ése ha sido el curso de la relación por más de siete años.
Con el paso del tiempo, hemos aprendido a compartir situaciones que sólo pasan por la imaginación de unos pocos y sobre las cuales no hay más pruebas que nuestros recuerdos; esos que se infiltran en mis sueños y me despiertan con una sonrisa en el rostro y abejas en la matriz.
No puedo más que odiarlo cuando en noches como ésta siento que todo él se me desvanece entre los dedos, que la distancia no es tan frágil como yo desearía, sino que se nos acentúa en ese tenernos-sin-tenernos; pero también están las otras noches, en las que no me importa saber que cualquier día se irá con otra e intentará ser feliz, quizás porque sé que esos espacios, lejos de separarnos, nos acercan.
Y están todas las noches —como ésta, como la de ayer o como la de mañana—, en las que sólo puedo decir que, sea cual sea la distancia que nos separe, yo seguiré ahí, dispuesta a dar mi vida por él.
7 de abril de 2012
Juventud
→ Una mentira acerca de
España,
Jaime Gil de Biedma,
la juventud,
la vida,
poesía
NO VOLVERÉ A SER JOVEN
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
—Gil de Biedma, J. (1982). Antología, Jaime Gil de Biedma. En: Bernardo, L. (Ed.) Señal que cabalgamos, 89. Bogotá: Universidad Nacional.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
21 de marzo de 2012
Talentos
La vida me ha enseñado que hay al menos dos tipos de orgullo: el primero, aquel que raya en la sobradez, ese exhibicionista que necesita que todo el mundo lo vea; y, el segundo, ese que tiende a ser tímido, es decir, el orgullo que sientes por dentro y no es necesario presumir, ese que con que tú lo sientas es suficiente. Y aquel día yo estaba llena del último, no tenía la necesidad de decirle a nadie cómo me sentía y punto; mi orgullo y yo éramos uno solo y nadie tenía por qué saberlo: éramos cómplices y ser cómplices era nuestro secreto.
Orgullosa guardé mis cosas y, justo cuando yo estaba allí, dispuesta a levantarme de mi silla con la frente en alto, la vi a ella caminando levitando hacia la puerta. La fulana se sentía bastante orgullosa de su presentación y eso se le notaba en los ojos, la sonrisa, la forma de caminar; sólo que apostaría mi cabeza a que ella no se esforzó mucho. "Algunas personas tienen talentos innatos", pensé. Y ella era una de esas personas que nacen con la estrella, que el simple hecho de nacer las hace grandes. Ese tipo de personas que no necesitan mover un dedo para triunfar, que con sólo desearlo tendrían el mundo entero de rodillas a sus pies. "Algunas personas tienen talentos innatos", era el eco en mi pensamiento, mientras ella salía altiva del lugar. "¿Qué talento tiene esa vieja?" El talento para tener todos los talentos, ese que no se pierde por no entrenarlo, ese que te permite ser quien quiera que tú quieras ser, ese reservado para las grandes biografías que llenan los libros de historia, ese que acaba con el miserable orgullo de los demás mortales.
Y ahí estábamos mi orgullo y yo, agonizando, observándola salir triunfante pero discreta, con la estrella en la frente y su talento entre las piernas.
14 de marzo de 2012
7 de marzo de 2012
Sí
→ Una mentira acerca de
Brasil,
Clarice Lispector,
escribir,
la vida,
novela
Todo en el mundo comenzó con un sí. Una molécula dijo sí a otra molécula y nació la vida. Pero antes de la prehistoria existía la prehistoria de la prehistoria y existía el nunca y existía el sí. Siempre lo hubo. No sé qué, pero sé que el universo jamás tuvo comienzo.
Que nadie se engañe, sólo consigo la simplicidad con mucho esfuerzo.
Mientras tenga preguntas y no tenga respuesta continuaré escribiendo. ¿Cómo empezar por el principio, si las cosas ocurren antes de ocurrir? ¿Si antes de la pre-pre-historia ya existían los monstruos apocalípticos? Si esta historia no existe, pasará a existir. Pensar es un acto. Sentir es un hecho.
—Lispector, C. (1977). La hora de la estrella (Trad. A. Poljak). Madrid: Siruela.
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